Aparte de una película por año, pocas cosas más podemos pedir a Woody Allen. Algunos no paran de achacarle que es repetitivo, que innova poco en sus tramas o que se ha quedado estancado hace años pero pedirle que trate de mostrar cosas originales o argumentos novedosos con periodicidad anual sería casi un oprobio.

Curiosamente, con Midnight in Paris, que ha inaugurado con éxito y aplausos el Festival de Cannes y que se estrena mañana viernes en España, Allen consigue una de las mejores películas de su etapa más reciente (la mejor con diferencia junto a Match Point y Si la cosa funciona -links a las críticas-, aunque ésta última era algo más irregular). Al igual que hiciera en la última mencionada, donde Larry David era el alter ego del propio realizador neoyorquino, Allen utiliza ahora a Owen Wilson como trasunto de sí mismo.
Wilson merece alabanzas por su notable interpretación, alejándose de la mediocridad que poblaba su filmografía hasta ahora, donde estaba encasillado en comedias de desigual acierto. Aquí interpreta a Gil, un guionista de Hollywood hastiado de su trabajo y aspirante a escritor, que disfruta en París de unas vacaciones junto a Inez, su novia y futura mujer (Rachel Mc Adams) y sus conservadores suegros. Mientras ella está deseando regresar a Malibú e instalarse allí, él sigue soñando con ser un bohemio y quedarse instalado en la ciudad del amor para escribir novelas y alejarse de su vida gris en EE.UU.

Como le ocurre a mucha gente en la vida real, Gil opta por refugiarse en sus sueños, pensando continuamente en la Francia de los años 20, en la que le hubiera encantado vivir. Una noche la casualidad le permite verse teletransportado, como en el cuento de Cenicienta, a ese mundo ansiado, que le proporcionará alegrías y al espectador gran diversión. Así, podrá vivir realmente como soñaba y conocer en persona a escritores, cineastas, pintores… todos ellos genios que hicieron historia. Además, se enamorará de Adriana (Marion Cotillard), quien fuera amante de Picasso. Por la pantalla desfilan personajes tan diversos y variopintos como Hemingway, Pablo Ruiz Picasso, Gertrude Stein (Kathy Bates), Salvador Dalí (Adrien Brody), el matrimonio Scott Fitzgerald, Cole Porter, Toulouse-Lautrec, Belmonte, Luis Buñuel, Man Ray, etc…
¿Qué ofrece el bueno de Woody en esta ocasión? Ni más ni menos que una divertida comedia romántica con reminiscencias de los mejores chistes del Allen de épocas gloriosas y una narración impecablemente tratada, que no decae en ningún momento y hace disfrutar a todo aquel que tenga algo de inquietudes culturales.

El guión de Allen se plaga de humor inteligente, manteniendo interés en los “dos mundos dimensionales” y nos deja una moraleja estupenda, como casi siempre: nos aferramos a épocas pasadas y soñamos con nostalgias y tiempos no vividos desechando un presente al que no prestamos la atención necesaria por cobardía u otros motivos. Sin embargo, Allen deja un poso optimista y nos anima a reconocer que somos inconformistas pero podemos intentar “aprovechar el ahora” aunque la vida sea insatisfactoria. Woody Allen pergeña un filme fresco, sin costuras ni complejos, animado y sobre todo mucho más completo que lo último que venía ofreciendo desde hace años. Estamos de enhorabuena. Ojalá dure el ingenio del maestro mucho tiempo.
LO MEJOR: Aporta un buen puñado de cameos mediáticos que cumplen: Adrien Brody, Carla Bruni, Kathy Bates… junto a un triángulo protagonista de alto nivel (el citado Owen Wilson, Rachel McAdams y Marion Cotillard).
LO PEOR: Hay un trasluz de cierto conformismo en Allen. Prefiere no arriesgar pero no lo necesita.
Me gusta:
Me gusta Cargando...